Duelo
Que no cansen oídos de consejos
ni ojos agoten figurantes,
no hay cielo más lejos que el cielo,
ni lugares sin buscarlos no se encuentren.
Vivimos escondidos de algo
que ya nos ha encontrado,
tarde para el regalo que no espera,
triste para el que siembra sin simiente,
demasiado pronto
para el que por no tener no riega.
Dejarse llevar atado de manos,
volver a tener lo que se pierde,
sin lazo cazando nubes,
besando el aire que seca la frente.
Grita el león en el circo de las tentaciones,
con jaula de barrotes de colores,
de algodón y de lluvia,
de voces que incitan a empujones.
La fama es el oxido
de la cadena de la moda.
La ciudad ruge,
todos huyen de lo que esperan,
se cobijan bajo ideas de seguridad,
curiosidad no finita,
agua fría para pies descalzos,
de nuevo asoman los cuernos de la lentitud,
pasa el tiempo
paso a paso,
sensación de movimiento,
monotonía,
triste sinfonía llamada futuro,
miedo al despertar
y miedo a dormir…
sueño… sueño y sueñas,
soñamos, sueñan…
no soñaremos, ojala sueñen…
Ya no suenan las notas del dolor,
sensación perecedera.
Abrir los ojos de nuevo al despertar,
caminar con inercia impropia de aduana,
esquivar uno a uno a los ladrones,
que aguardan sujetando paredes.
La oportunidad volverá a girar la esquina,
a perderse entre extraña muchedumbre,
a gritos pedir que la atrapen,
con voz por distracción robada.
No somos dueños de nuestro futuro,
préstamo del usurero artista,
hidalgo de su parnaso.
Y no lo somos por no poder serlo,
si no por no querer intentarlo.
Que no lloren los ojos por llorar,
que no mojen las mejillas sin motivo,
que lo hagan si es para ayudar,
que curen las heridas del olvido.
Javier Sánchez Lobato (16-8-08)