Diosa del Olvido
Todo se resume en un papel y dos sellos.
Date prisa cartero…
No imagino como llegué a este situación,
incertidumbre de carambolas de billares.
Nada de especial tiene olvidar
cuando obligado es el olvido,
desapropiado e incómodo el refugio interior.
Nada me tienta…
Entre lágrimas y abanicos se despide
la avaricia de lo que mañana dolerá.
Me asusté al ver lo que había escrito en mi cabeza,
así que busqué una rápida corrección,
de vueltas y vueltas sobre libros, hojas,
papeles y libretas,
encontré lo que un día escribí en mi corazón.
No he cambiado desde entonces,
soy tanto el mismo como tan diferente,
aunque a ojos de la gente semejante cambio no es apreciable.
La muerte enseña al niño a ser un hombre,
¿Y al hombre?
A llorar como un niño.
Ojeando la fábula de nuestras vidas,
aprendí a competir en carreras
de liebres como tortugas,
de bailes de bufones con gorros de colores,
de gritos con miedo a no respetar,
de besos empapados de falsedad.
No me busquéis ahora que tristeza asoma
la misericordia, el respeto, la agonía.
No soy quien para tachar refranes.
Hoy olvidé el himno de mi libertad,
las siete notas de la canción de mi alegría.
Nunca te fuiste, nunca te perdí,
porque nunca te tuve.
Y tan mía eras cuando me regalabas ojos
de convicta en libertad,
presa y cómplice de cazador no iniciado,
inofensivo.
Y tan poco tuya, que no te reconocí,
al verte de nuevo.
Entre párpados escondí un sueño,
de luces y música de invierno,
de valentía y de sinceridad.
De credibilidad.
De amor no asiduo al compás de tus palabras.
Me alegré mil veces de no ensordecer entonces,
de no olvidar nunca,
de recordarlo siempre.
Ahora conozco el sabor del antiguo festín de la pereza,
pero no tengo ganas de recordarlo.
En el reino de las almas gemelas,
te llamaré nada.
Son así de impuntuales los recuerdos,
la saliva tan ausente en ciertos momentos.
De vez en cuando se regalan compañía,
y son lamentos lo que forjan.
Antes de ti no caminé, no deambulé,
no salté, ni corrí ni avancé,
tampoco retrocedí, siendo sincero,
cuanto apenas me moví.
Ahora soy nómada de corazón,
de amor, de escondido sentimiento,
ermitaño de ideas.
Entre cabeceos de sonámbulo,
me pregunto qué fue de todas aquellas lenguas,
que nos mordimos,
aquel dialecto no reconocido,
aquel lenguaje nuestro nunca traducido.
Extranjero soy de ti.
No me acuses de construir muros,
que no puedo saltar,
de tapiar esperanzas y consejos.
No es cierto que ensordezco por propia voluntad,
ni ajena es la idea de hacer fuerza para olvidarte.
De todos modos, como ves,
me limito únicamente a recordar,
no parafraseo sentimientos.
Tampoco los plagio, que conste,
pero es que aparte de no olvidarte,
aún te quiero.
Y eso de nadie me lo puedo copiar.
Los focos iluminan la perfección,
observo la escena en mi sueño,
en silencio, nombrando al azar.
El silencio lo heredé de hadas sin alas,
de princesas de castillos sin principes,
sin luces ni sombras,
El azar del destino, gran consejero.
Los ojos no expresan nada, casi todo,
actúan, pero me gusta,
es el juego de la elección.
En él la contradicción tiene un defecto,
puede que no, pero me parece demasiado,
demasiado perfecta.
Me fui sin dejarte cumplir tu última promesa,
siempre viajero de viajes de retorno incierto.
Algún día tendré fuerzas para decirte que lo siento,
ahora es bien entrada la noche,
y el cansancio pronto censurará las ideas
de mi corazón.
Duerme, te regalo un recuerdo.
Te regalo mi sueño.
Javier Sánchez Lobato
24-03-07