Vías de tren
Entre árboles y vías de tren, relato ahora lo que son memorias de un ciego. No sé muy bien cómo empezar, tampoco el porqué recito para confesarme.
Gracias por ser ahora tú, las manos que mecen mis palabras sobre el papel, los ojos que vierten la tinta sobre el libro de mis sueños. Entiendo ya tarde la virtud de las yemas de tus dedos, el vicio de mis apagados ojos, la cercanía de tu lejano cuerpo.
No atiendas a lágrimas que sin ver las siento caer, sin pena intento decir lo que digo, sin miedo decir cuánto la quise, y cuanto la quiero.
Una vez busqué una mujer,
que encontró un hombre,
y la invitó a hacer locuras.
Una vez encontré una mujer,
que buscó un hombre,
y lo invitó a hacer locuras.
Amor de locos.
Ya conoces mi costumbre de andarme por las ramas, con los brazos cruzar conversaciones, con ironía ahora recordar mis palos de ciego.
Aunque ya sea muy tarde, no habrá ya luz capaz de despertarme mañana.
Hubo un tiempo que fui feliz, más triste parece ahora reconocerlo, de estrellas donde en cielo nunca hubieron, de lunas y de paseos, de fiestas de disfraces, de besos, de promesas y de recuerdos.
Tanto hay que contar sobre antaño, que me arrepiento de arrugas y de cansancio. No pude ser de nuevo feliz, sin tenerla cerca, a mi lado. Castigo propio del ser cobarde en el momento inapropiado.
Trazas mi tristeza en tinta que nunca secará, manchará mis manos cuando acaricie el papel, sabiendo que se fue, que no estás, que te has ido, que una vez fuiste mía, y que ya no escribes para mí.
Permíteme proseguir con mi historia, disculpa a este anciano preso de ansia y misericordia. Tiempo pasado fue mejor, solos ella y yo, y para ella solo yo, para mí solo ella.
Cierto día tuve un sueño, de voces que me hablaban y me advertían, de miedo, unión eterna y compromiso.
“Ve y libera a mil presos, todos ellos asesinos de amor y corazón” – La voz me dijo.
Así que en sueños fui y así lo hice…
Y mil muertes tuve.
Con miedo a arriesgar, a comprometer, sentí la necesidad de huir, de no hacerle sufrir, de pensar, de volar, de soledad.
“Volveré” – Le dije. “Llegaré sólo hasta donde vean mis ojos”.
Y así me marché, tan cobarde y temeroso.
Sé que no hay perdones para traidores, perdón no busqué más allá de explicaciones. Cuando dudas enfrían compromisos, mejor poner pies en polvorosa, si el respeto prioriza las decisiones.
Pasaron los años y mi vida se volvió silencio…
Cierta noche volví a encontrar aquella luz que cegó mis pasos, y volví a soñar:
“Ve y observa aquellas mil promesas de amor que hiciste, aquellos mil planes de futuro que olvidaste, aquellos mil besos que no diste”.
Así que en sueños fui, y aproveché la oportunidad que tanto esperaba…
Y mil años de ceguera tuve.
Prometí detenerme y así lo he cumplido, preso de la oscuridad de mis ojos, esclavo de las cadenas de mi anciano cuerpo, cautivo del grillete de mi corazón.
Si por ser ciego perdí todo lo que siempre he querido, no quiero perder ni por sordo ni por mudo, mi última oportunidad de estar contigo.